martes, 18 de septiembre de 2012

Estoy buscando a mi doble

 


He vuelto con la sensación de que nunca me he ido. He conocido historias distintas por ser reales, sin maquillajes, sin el hedor manipulado de la política, de la tele, de las noticias. ¡Cuántas cosas se repiten! No importa el color de las naciones, ni sus raíces, ni sus construcciones, ni el gobierno que les toque, elijan o les impongan. Las ciudades están hechas por los hombres que se pierden en sus caminos, ya no basta el GPS, el móvil y sabe cuántas cosas más han inventado. En el fondo es agradable perderse y reencontrarse gracias a las nuevas tecnologías. Otros continuarán guiándose por las estrellas en el campo, mientras el cielo permanezca despejado.

Viene a mi mente una película de hace algunos años cuando todavía los enemigos estaban mejor definidos. La vi en una televisión vieja, pero de renta barata. Así eran nuestros muebles extras, todos rentados en las tiendas de mobiliario de uso. De alguna manera, los estudiantes nos las arreglábamos para tener un lugar agradable en nuestra residencia.

La película Ironía del destino (1975), una comedia rusa dirigida por Eldar Riazanov, coloca en una situación complicada al protagonista, quien, luego de una especie de despedida de soltero, es enviado por equivocación a la entonces ciudad de Leningrado en avión.  Bajo los efectos del alcohol apenas logra tomar un taxi para llegar a su aparente departamento. Al abrir la puerta con la llave de su casa de Moscú y sin ninguna dificultad,  nada le parece distinto. Entonces decide dormirse. Tal vez se puedan  imaginar  las cosas que ocurren cuando llega la verdadera dueña del lugar.

Ahora tuve una experiencia parecida. Viajaba con varios amigos en una camioneta, también rentada pero del año. Íbamos hacia la ciudad norteamericana de Orlando. Nuestro destino no sería Disney, sino un hotel con parque acuático. Al llegar a Tampa, pasamos por una amiga que trabaja en una guardería infantil. Nos estacionamos y Jorge, quien asumió el papel de chofer, se bajó del vehículo para avisar que habíamos llegado.

Esa mañana llovía a cántaros. Jorge tomó el paraguas y fue por la persona que ya nos esperaba. Resultó que estábamos en el lugar incorrecto.  Entonces Jorge regresó con su protector contra la lluvia y, en vez de venir a nuestro auto, se metió en el que estaba estacionado a un lado. Llegó de prisa, abrió la puerta y, con la misma, salió otra vez. Se había equivocado. Al parecer el dueño olvidó asegurar la puerta de su vehículo.

Nos retiramos del lugar y, por fin, recogimos a la persona que faltaba en nuestro grupo. Al rato, Jorge recordó que había olvidado el paraguas en el otro carro. Hubo dudas en cuanto a regresar por él, pero decidimos hacerlo. Cuando llegamos, ahí estaba el susodicho. Jorge se bajó sin pensarlo, abrió la puerta del otro coche y tomó el paraguas.

En la actualidad no sólo las cosas se parecen, también los animales se dan un aire a sus dueños. Es más difícil encontrar personas muy parecidas entre sí, mas no imposible. Me pregunto, ¿será que la naturaleza se reproduce igual que lo hace la industria, pero en proporciones encubiertas para llegar a pensar que somos originales? Únicamente por curiosidad, por egoísmo o porque me place, quisiera conocer a mi doble, si es que existe sólo uno.

 
 
 
Texto: LAPC
Foto: Ariadna

sábado, 15 de septiembre de 2012

Mulata, de dónde vienes y hacia dónde vas

Desde que la vi en las redes sociales, pensé en hacer algo con ella, vaya... hablando periodísticamente. Por el momento, sólo intentaré presentarla a quienes me leen. Tal vez no sea la primera dama que aparece en las crónicas sociales, ni el personaje que acapara los principales titulares de las noticias. Es Azucala (Melba Mercedes Almeida), la mujer que despierta a sus vecinos, desbarata su cintura ante la cámara web y habla de su terruño con alegría y añoranza sin olvidar lo bueno que hay en otras tierras.
 
Para ella, pido prestada la poesía mulata, la del poeta cubano Nicolás Guillén, quien en el prólogo de su libro Sóngoro cosongo (1931) aseguró que "algún día se dirá: sabor cubano", al hablar del mestizaje en la Isla.
 
Secuestro de la mujer de Antonio

Te voy a beber de un trago,
como una copa de ron;
te voy a echar en la copa
de un son,
prieta, quemada en ti misma,
cintura de mi canción.

Záfate tu chal de espumas
para que torees la rumba;
y si Antonio se disgusta
que se corra por ahí:
¡la mujer de Antonio tiene
que bailar aquí!

Desamárrate, Gabriela.
Muerde
la cáscara verde,
pero no apagues la vela;
tranca
la pájara blanca,
y vengan de dos en dos,
que el bongó
se calentó...

De aquí no te irás, mulata,
ni al mercado ni a tu casa;
aquí molerán tus ancas
la zafra de tu sudor;
repique, pique, repique,
repique, repique, pique,
pique, repique.
¡po!

Semillas las de tus ojos
darán sus frutos espesos.
Y si viene Antonio luego
que ni en jarana pregunte
cómo es que tú estás aquí...
Mulata, mora, morena.
Que ni el más toro se mueva,
porque el que más toro sea
saldrá caminando así;
el mismo Antonio, si llega,
saldrá caminando así:
todo el que no esté conforme.
saldrá caminando así...
Repique, repique, pique,
repique, repique, po:
¡prieta, quemada en ti misma,
cintura de mi canción!
 
                                                                  Nicolás Guillén


Con ustedes, Azucala...

 
 
 Gracias a Juan Carlos Roque por presentármela.