Extranjero te puedes sentir hasta en tu propia casa. Así que este vocablo adquiere las más disímiles interpretaciones.
Ser extranjero podría significar prosperidad, mayor nivel de vida, propiedades, vacaciones frecuentes, pero también muchas horas de trabajo para ahorrar y descansar a gusto cuando no exista ningún imprevisto. Implica viajar con bajo presupuesto, mochila al hombro; dormir en hostales o donde se pueda; comer liviano; tomar el bus o el tren.
Si hablamos de política, esta fría palabra conlleva a pensar en arrogancia, intereses mezquinos, imposición, entre otras desgracias. Sin embargo, su otra cara se muestra solidaria, cooperativa y defensora de los derechos.
En lo económico, trataríamos de inversiones, comercio, deuda externa, maquiladoras, Made in China, todo junto y revuelto.
De igual forma puede significar: pensar en propinas, correr el riesgo de ser discriminado, cuidarse de los ladrones y de caminar por oscuros callejones, poner cara agradable en las aduanas. Asimismo, evoca amistad, compañeros de estudio, familia, deportes, otros idiomas, intercambio cultural y científico, empleo, redes sociales... Tantas cosas.
Para mí significa extrañar la tierra donde me hice adulto, cambiar los olores, las calles, las malas palabras; enfermarte solo aunque te acompañen; explorar otras visiones, desaprender, valorar lo que tuve y lo que tengo, conocer gente buena y otra infame. Agradecer.
¿Y a ti te ha tocado ser extranjero?
foto original: macieklew
No puedo decir que haya sido extranjero en la tierra en que estoy, si no tomamos en consideración que resido en Cataluña y me siento español. En cierta manera es no participar de los demonios de la tribu, ser ajeno siempre a a sus pulsiones, no entenderlas, entre otras cosas porque no las siento mías. Pero esto no es ser extranjero en el sentido que tú lo planteas. Soy un extraño pero no extranjero, aunque todo se andará.
ResponderEliminarHe leído mucho en algún blog de un emigrados(dominicano en Estados Unidos) que me ha enseñado mucho sobre la riqueza que supone la migración. El que migra se enriquece llevando su cultura a cuestas en la nostalgia y adquiere una nueva en la tierra a que llega. Esto le supondrá contradicciones puesto que nunca sabrá adónde pertenece, si a la nostalgia de su niñez o a la sociedad que le da de comer. Sin duda a ambas. Es un conflicto que no conozco. He sido espalda mojada en Estados Unidos en algún verano de trabajo ilegal, pero era transitorio. Pienso que mis hijas tendrán que seguir la senda de la migración en pocos años, y entonces sentiré en mi carne lo que es la separación, la distancia, el enajenamiento a través de sus sentimientos.
Supongo que cuando trabajaste en Estados Unidos te sentías extranjero, sobre todo, porque fue poco tiempo. Tenías la opción del regreso. Una vez que van penetrando tus raíces en el país receptor, empiezas a sentirte parte de la realidad que te rodea. Entonces te alimentan los momentos con los amigos que hablan tu mismo idioma, con la música de tu tierra, las comidas... Incorporas lo nuevo y te transformas, aunque a veces parezca imperceptible. Es un proceso difícil para muchos. Algunos no logran adaptarse.
ResponderEliminarEspero que España se recupere y tus hijas no se sientan obligadas a emigrar; a no ser que lo hagan por motivos más nobles.