Las migraciones siempre dejan heridas. Tal vez el inmigrante encuentre la felicidad en su nuevo entorno, pero la distancia es sinónimo de pérdidas que se cargan inevitablemente. Gracias al instinto, nos aferramos a las pequeñas cosas que podemos conservar de nuestra historia previa. Así defendemos nuestra integridad.
Aunque parezca contradictorio, las circunstancias que nos llevan a vivir en otras tierras son las que nos dan la fuerza para tomar el camino y adaptarnos después a la nueva vida. Para migrar hay que tener valor, más cuando sabemos que podemos quedar en el trayecto sin meta y sin retorno.
En estos tiempos de crisis obvia, la migración también ha tocado las puertas de los países mayormente receptores de emigrantes. La frustración invade a muchos de los que han perdido sus empleos y se han visto obligados a probar suerte en naciones más afortunadas. Sin embargo, la peor parte sigue siendo de las personas que huyen de la pobreza y fijan sus esperanzas en el Norte. Como se nuestra en el documental Los invisibles, dirigido por Marc Silver y Gael García Bernal, hay demasiado dolor oculto en las vivencias de los emigrantes, en este caso de aquellos que atraviesan México para llegar a los Estados Unidos.
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