miércoles, 6 de noviembre de 2013

Vivir sin internet

Crónicas de un inmigrante solo (III)


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Lo más probable es que por espacio de tres meses yo formara parte de las estadísticas sobre los hogares estadounidenses sin acceso a Internet. Cuando el dinero se acaba, las prioridades cambian echando por tierra algunos "lujos" que en la actualidad resultan muy útiles para alcanzar la recuperación económica personal. En verdad, Internet ya no es un lujo, sino un recurso necesario en el mundo informático actual. Pero ciertos seres racionales se ven obligados a vivir sin este adelanto tecnológico. Yo tuve que hacerlo. Para empezar no contaba con una computadora, ni podía pagar el acceso a Internet en mi teléfono celular, el cual me ayudaba a mantener la comunicación con los empleadores. De mis ahorros salían los 30 dólares para conservar activa la cuenta telefónica.

En tiempos de desempleo extremo, cuando tienes que aplicar para el mayor número posible de puestos laborales, Internet constituye una herramienta imprescindible, más si es la única vía de acceso a muchas empresas. Ya no basta con recorrer los negocios y pequeños establecimientos del vecindario para averiguar si hay trabajo. Además, encontrar algún cartel con el anuncio de Hiring Now o Help wanted es como hallar una aguja en un pajar. Al principio me preguntaba cómo es que se logra trabajar en estos sitios, pero pronto descubrí que ir directamente a hablar con los gerentes o una buena palanca podría ser la respuesta. En mi opinión, a veces los procesos de contratación por Internet se convierten en un engorroso requisito con el que algunas empresas aparentan cumplir las exigencias gubernamentales.

Como tuve que explotar todas las posibilidades, decidí acudir a las bibliotecas públicas. No para buscar empleo, porque estas instituciones se encuentran dentro de los sectores con mayores problemas presupuestarios en Miami. De hecho, algunas corren el riesgo de ser cerradas. Por el momento, después de un tejemaneje entre gobernantes locales y la presión de los ciudadanos, la decisión ha sido mantenerlas abiertas, pero con una reorganización en sus horarios de atención al público. En mi situación, las bibliotecas han venido a salvarme con sus servicios gratuitos de Internet.

Cada día tomaba el autobús hasta la biblioteca. En realidad, las dos horas que me daba mi  membresía gratuita no era suficiente para completar más de una aplicación al día. Los test en inglés (a veces en español) para verificar si las habilidades del aspirante coinciden con los requerimientos del empleo devienen en interminables cuestionarios, cuyas respuestas emergen del "tin marín de do pingüé" cuando ya has aplicado varias veces. Además, no es lo mismo si los contestas al resguardo de la tranquilidad hogareña, sin la presión del tiempo.

La buena noticia es que mi primer trabajo lo conseguí gracias a Internet. 


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