La música nos acompaña siempre. Todavía
podemos recordar las canciones que de pequeños nos cantaban o tarareaban
nuestras madres. En la escuela también pasamos gratos momentos en aquellas
actividades que incluían música. Por lo general, buscamos las estaciones
de radio donde se pueden escuchar las rolas que más nos gustan, de cualquier género,
pero que nos emocionen, nos hagan olvidar los problemas cotidianos o, por el
contrario, que los recuerden. En las fiestas terminamos cantando las que
desgarran el alma y pedimos al cantante de ocasión aquellas que nos activen momentos trascendentales de nuestras vidas. Casi todos tenemos
preferencia por uno u otro cantante famoso, vivo o muerto, actual o pasado de
moda. Somos parte del acervo musical porque mantenemos vivas las composiciones
musicales. Por eso, no importa si nos vamos como emigrantes a la Conchinchina, donde
quizás la música no tenga nada que ver con nuestro pasado. Entonces, al presente también
le incorporamos los sonidos que nos dieron identidad así vengamos de Brasil, el
Congo, Haití, Rusia, Afganistán, España o China.
Sin embargo, hay canciones que
nos duelen más que otras. Todo depende de la manera en que coincidan o no con
nuestros sentimientos. Es difícil explicar lo que nos pasa por la mente al
escucharlas. Es como una rebelión apagada, cuya fuerza se escapa en una lágrima
o, quizás, en un movimiento de cadera, en una copa de ron, de vodka o de
tequila. En fin, la música nos sirve como válvula de escape.
Han venido a mí estas ideas,
precisamente, por una de esas canciones que se involucran en el pesar de la
realidad cotidiana, esa que toca de alguna forma a quienes difícilmente
regresemos a nuestros países de origen. El autor, un hombre que convierte en merengue
las tristezas: Juan Luis Guerra. Antes había escuchado Visa para un sueño, pero
la había disfrutado de otra forma, porque no tenía un sueño o, más bien, una
visa. Ahora la escuché atentamente mientras seguía su ritmo que no me es ajeno.
En verdad, no sé exactamente por qué estoy escribiendo todo esto, pero tengo la
sensación de que, a lo mejor, son ideas que otros también comparten. Sólo para motivar sus emociones, les dejaré
algunos vídeos de canciones sobre los que se van... (Bueno, los mantuve por un tiempo, pero desaparecieron como desaparecen las noches y los días. Tal vez tendrá que ver con eso que llaman derecho de autor).
Me gustaría saber qué
canción de cualquier tema te llevarías contigo si tuvieras que ir a vivir más allá de tus
fronteras.
Visa para un sueño - Juan Luis Guerra
No soy de aquí ni soy de allá - Facundo Cabral (interpretada por Alberto Cortez)
Mojado - Ricardo Arjona
El extranjero - Enrique Bunbury
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