Metromover/Miami - Foto: Albertodc |
Miami no es sólo playa. También es
una urbe que se extiende hacia el oeste franqueando entradas de mar y muchos
canales a través de puentes y carreteras tipo enredadera. No obstante, esta ciudad parece hecha para que la gente se anime a mejorar su apariencia, principalmente, mediante el ejercicio físico. La bicicleta constituye un medio
indiscutible para lograrlo. Por eso, desde hace algunos años, existe el propósito de ampliar esta práctica
en toda la ciudad. En Miami Beach ya es un hecho. Cualquiera puede llegar a las
estaciones de bicicletas y rentar la que prefiera. Lo mejor es que puedes
devolverla en la estación que gustes.
Aunque el propósito es extender el uso de la bicicleta hacia otras partes de la ciudad, en la práctica resulta más
complicado. La construcción de ciclovías no destruye totalmente los mitos y
las costumbres. El temor a ser atropellado por un carro y cierta precaución
ante posibles acciones delictivas ensombrecen el camino para evitar la
congestión vehicular y lograr un ambiente sin contaminación. Sin embargo, muchas
personas optan por trasladarse en ellas, ya sea para ahorrar por concepto de
transportación, suplir la inexistencia de autobuses en determinados horarios o
matar dos pájaros de un tiro: economía y salud.
En lo personal, todos estos
propósitos me están llevando a conseguirme una bicicleta. Por ahí dicen que
cualquiera te regala una; pero, como aún no conozco a muchas personas en la
ciudad, lo veo algo difícil. Estaré obligado a colocar mi anuncio en las paredes
de algún supermercado de la localidad. En verdad, no me acaba de gustar la idea
de trasladarme en bicicleta aunque sea para regresar del trabajo cuando ya no pasan
los buses. La única vez que recibí con verdadera alegría una bicicleta fue el
día que los reyes magos me trajeron una como a los diez años. Esa no recuerdo a
dónde fue a parar. De adulto tuve otra que me sirvió para ir a trabajar en
varias ocasiones y una vez a la playa de Bacuranao, en el este de La Habana. Parecía
esqueleto en bicicleta. Al final, la vendí.
Aquí en Miami tengo la opción de
hacer trampa. El transporte público permite a sus usuarios llevar consigo la
bicicleta, lo que resulta magnífico para acortar camino, evitar lugares
intransitables para los ciclistas y protegerse en momentos de torrenciales
aguaceros. En la parte delantera de los autobuses hay un soporte donde se puede
colocar. Llegas, abres el mecanismo de manera manual, la subes y la aseguras
mientras el chofer y los pasajeros esperan que concluyas tu maniobra como lo
más natural del mundo. La bici también te puede acompañar en el metrorail y en el
metromover. Es como si llevaras de paseo a tu mascota.
De todas formas, hay algo que no
me acaba de convencer. No quiero hacerle competencia al transporte de
la ciudad. Por tanto, me seguiré subiendo al bus y, en caso necesario, pediré ride a los amigos. Y para seguir la tónica
del transporte público de Miami, continuaré ahorrando con el objetivo de comprarme un carro
donde yo mismo pueda llevar mi bicicleta.
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