jueves, 12 de abril de 2012

¿Quién no extraña la Habana?

La Habana no se parece a nada ni a sí misma. Es un patrimonio distinto, añejado por los siglos y por los hombres. Cuando vives en ella, te castigan la humedad  del clima caribeño, la incertidumbre de la mesa, el caminar perenne por las calles, la ilusión de moneda, los malditos huracanes augurando desolación en el mercado, las colas...

Vivir en La Habana implica otra sicología: construir los sueños con lo que se pueda o lo que consigas, con muchos ideales; pero, sobre todo con ideas -que no es lo mismo- y, además, con lo poquito que te llega de afuera, con los subsidios de adentro y, definitivamente, con las escuelas.

Ya no tiene carnavales La Habana, pero tiene fiestas, las que inventa el cubano con entusiasmo, con su jodedera, la risa estridente, el "humor casi pa' llorar" al decir de una extranjera después de oír hablar de "camellos", frijoles y huevos en un show de cabaret.

Hoy ya no existen los "camellos" en La Habana, ¡pero qué bueno! De todas formas, algunos han de extrañar las horas de "sexo y lenguaje para adultos" que brindaban. Tampoco permanecen muchos edificios viejos de la ciudad, extraordinarios, cansados del peso de los años y de la gente que los llenó de barbacoas. Han crecido otros más modernos donde se hospedan los turistas otra vez nacionales y extranjeros.

Los visitantes de lejos vienen y regresan muchas veces o se enojan y no vuelven. Pero hay algo en La Habana que se extraña todo el tiempo, cada rincón pequeño o grande que les abre las puertas con lenguaje directo, sin rodeos, para bien o para mal; que les muestra el contenido de sus casas, de sus tiendas y restaurantes, los solares y su música, el malecón habanero repleto de todo tipo de personajes en las noches.

¿Qué añoran los cubanos que hoy viven lejos? Tal vez, las salidas a la playa, los juegos de pelota en el Latino, la Universidad de La Habana, bañarse en el aguacero, la colada de café, la Rampa, el Coppelia, la Catedral, el Yara y el Payret, el Capitolio, la lanchita de Regla, el teatro, las fiestas de quince, la bahía, el túnel de La Habana...

¿Y tú que extrañas, habanero?


 

2 comentarios:

  1. Yo extraño a la gente, a mis amigos de tertulias, cuando arreglábamos el mundo en torno a casi nada, a la escasez que ataca el cuerpo, pero no el alma.
    Y el tempo de La Habana, ese no coger lucha con la hora, porque las guaguas llegan tarde, las tiendas abren tarde, el profesor llega tarde... toda tardanza es permitida. Nada más anacrónico en La Habana que un reloj. La ciudad sin relojes públicos, todos rotos por su tempo incomprensible.

    ResponderEliminar
  2. ¡No cojas lucha, mi hermano! Qué frase más cubana. Gracias por compartir tus ideas.

    ResponderEliminar